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PINHAI

EXPOSICIÓN EN EL COL·LEGI D’APARELLADORS I ARQUITECTES DE MATARÓ. 

TEXTO DEL CATÁLOGO PARA LA EXPOSICIÓN DEL 22 DE ENERO AL 14 DE FEBRERO DEL 2021.

 

PINHAI

 

            La exposición que aquí se presenta recoge un tipo de pintura que denomino “pinhai”. Este acrónimo se ha creado para definir la pintura que surge de la unión de ésta con la poesía tradicional japonesa, y más en concreto con el haiku. Este cruce léxico surge de manera similar a como nació el mismo término “haiku”, el cual se forma a partir de la descomposición de los términos haikai[1] y hokku[2], para después componer el de haiku. 

 

            Con este proceder, el proceso creativo incorpora un tema o motivo, el cual abre una nueva ventana por la que poder intuir nuevas creaciones. Este es el haiku, que, aunque muy rígido en su estructura y métrica, es muy sugerente por las imágenes que crea. Los poetas haijines se convierten de esta manera en una fuente inspiradora que propone imágenes visuales de carácter poético subjetivo. Este estímulo hace de chispa para que se prenda la pólvora del proceso creativo.

 

            Pero no solo han sido las sensaciones evocadas, por los temas tratados en los haikus que he ido leyendo, los que han introducido nuevo material en mi pintura. A partir de ellos también ésta ha sufrido un pequeño giro, que, aunque no ha significado una ruptura, ha introducido ciertas concreciones de la naturaleza, las cuales se presentan con un valor más plástico que representativo, ya sean insectos o plantas, imaginadas o vistas, las cuales entran a formar parte de una nueva realidad, la del cuadro. 

 

            Este ha sido un encuentro fortuito de las dos disciplinas. No he intentado establecer ningún parangón entre el arte de dos culturas tan diferentes, la oriental y la occidental; tampoco he buscado las posibles analogías, pero a medida que he ido pintando a partir de esta simple premisa me he ido adentrando en otra cultura, la japonesa. La cual he ido descubriendo a través del estudio del haiku y de sus influencias en poetas occidentales, como Octavio Paz[3] o José Juan Tablada[4], primer poeta occidental en escribir haikus. Tampoco ha habido una pasión japonista, aunque si que, desde siempre, he sentido gran admiración por la estampa xilográfica japonesa Ukiyo-e y sus tintas planas en artistas como Hokusai o Hirosigue.

 

            El haiku se ha presentado como parte de unas nuevas relaciones entre la pintura y la literatura; cruce de lenguajes; diálogo; préstamo. Aporta imágenes, climas, situaciones, sensaciones; lecturas que impregnan a la pintura, pero que no acaban con el desarrollo del lenguaje plástico, mi objetivo fundamental.

 

 

 

 

 

 

 

¿QUÉ ES EL HAIKU?

 

            Es una composición poética con una métrica de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas. Su poética se basa en el asombro y la emoción que produce la contemplación ante la naturaleza. Fernando Rodríguez-Izquierdo, uno de los estudiosos del tema, lo define como: “pinceladas poéticas de lo experimentado frente a la naturaleza. Un haijin es una especie de notario de la naturaleza”[5], o como “el haiku es un registro de sensaciones”[6], “es la percepción del instante”[7]

 

            Ricardo de la Fuente nos dice que : “El haiku viene a ser una quintaesencia poética. Es una intuición que recoge las sensaciones inmediatas. En 17 sílabas no puede haber nada superfluo. Es poesía alejada de la verbosidad, es una simple imagen”[8].

 

            Otros autores, como la poeta y filósofa Chantal Maillard, lo definen como : “El haiku es un poema breve que , tradicionalmente, en apenas tres versos debía condensar una intensa vivencia. El arte del haiku consiste en transmitir, con la mínima expresión, la esencia de una realidad captada -que no capturada- en la inmediatez de un instante”[9]

El haiku en su brevedad es imagen, impacto de un momento; es una visión intuitiva de la realidad convertida en símbolo.

 

            De la misma manera que la definición de la pintura depende del autor, de lo que recoge y de lo que rechaza en su práctica artística, en el haiku ocurre algo similar. La definición de qué es haiku dependerá de la visión del autor que lo compone. Podemos encontrar ejemplos de ello en los haijines clásicos más importantes, tales como Matsuo Basho (S.XVII) para el que el haiku es puro zen; o para Yosa Buson (S.XVIII) el cual lo define como expresión de la belleza. Para Issa Kobayashi (S.XIX) es una exaltación de la ternura hacia lo humano y la naturaleza y para Masaoka Shiki (S.XIX) era pura literatura y nada más.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

HAIKU Y PINTURA

 

            Frente al haiku como reflejo objetivo de la realidad, la pintura presentada pretende ser un reflejo sugerente de la realidad objetiva presentada en el haiku. Se relacionan dos mundos simbólicos a través del lenguaje característico de cada uno. Al igual que la pintura, el haiku es una experiencia espiritual. 

 

            Este tipo de pintura que se presenta no es ningún modo una ilustración del tema que presenta el haiku, al modo del “haiga”[10], más bien al contrario, pretende presentar en un cierto modo sinestésico una igualdad en sensaciones, nacidas a causa de una primera pulsión, de la necesidad interior de la que nos habla Kandinsky; de la necesidad de transmitir, ya sea con los elementos formales de la pintura, ya sea con los sonidos o las palabras, una imagen del mundo interior o exterior del artista; imagen cargada de un significado implícito o explícito, semántico o simbólico.

 

            En este proceder recorremos el sentido inverso de la écfrasis[11], es decir, transformamos formas verbales y poéticas en formas visuales y plásticas, en pintura. Representación visual de la representación verbal. Aunque en este punto tropezamos con el problema de la traducción del haiku al castellano. El haiku en su lengua original tiene de por sí un marcado carácter pictórico, ya que la escritura caligráfica de los “kanjis”[12] poseen este carácter artístico, el cual se pierde en la traducción. Chinos y japoneses consideran escritura y pintura, o poesía y pintura como lo mismo; los dos provienen del mismo propósito, dibujar. Escribir y pintar son conceptos que se expresan con el mismo verbo: “kaku”. Además, en el haiku la disposición caligráfica contiene cierta poesía visual y belleza formal,  formando un conjunto estético con los posibles haigas que pueda incorporar.

 

            Debido a la construcción formal del lenguaje japonés, la traducción al castellano u otra lengua podemos decir que atenta contra la esencia de lo poético, que es la elección del propio autor de una estructura sintagmática concreta. Por lo tanto, lo único que podemos hacer al respecto es intentar crear un equivalente que trate de plasmar con parecida intuición la misma emoción, intentando crear la “imagen” poética que más se aproxime al original. De la misma manera podemos decir que procederemos al intentar pasar del lenguaje poético al lenguaje visual.

 

            Ambas naturalezas pertenecen al dominio de lo visual, aunque sus relaciones con el espacio y el tiempo las hacen fundamentalmente diferentes. Lo que para una es diacrónico para la otra es sincrónico; lo que para una es artificio en cuanto al espacio, para la otra es silencio y vacío. El lenguaje escrito es continuo, visual y auditivo, mientras que el lenguaje pictórico es simultáneo y visual.

 

            No hay un método riguroso en el proceso creativo de estas pinturas, aunque sí una raíz común, la lectura del haiku. Algunas veces el cuadro ya ha comenzado a andar y la lectura acaba aportando sugerencias, evocaciones o intuiciones que ayudan a hacer el resto. Otras veces el cuadro está en blanco y la visión de la imagen producida por el haiku sirve de chispa y motor para que el proceso creativo ocurra. De una manera u otra siempre se produce un diálogo con la materia pictórica que da pie a que puedan producirse apariciones azarosas o inesperadas y que van a ir conduciendo al cuadro hacia su conclusión.

 

            En este punto intermedio entre poesía y pintura, es en el que defino un tipo de pintura que se asienta única y de manera esencial en lo que considero fundamental. Fuera de todo accidente teórico, de toda influencia e intención cultural institucionalizada, fuera de toda corriente que perturbe; es el solo y simple hecho de pintar con intención de profundizar mediante la sencillez, la honradez de los medios y la síntesis. Con una mirada ingenua, pero a la vez cargada de profunda simbiosis con los elementos que van a permitir expresarme.

 

 

 

 

UN ESPACIO COMÚN: LA EXPERIENCIA ESTÉTICA Y POÉTICA

 

            Cuando utilizamos las palabras para descubrir nuevas relaciones con el mundo, podemos decir que entonces hacemos poesía. De la misma manera que cuando utilizamos colores y formas para descubrir nuevos mundos podemos decir que estamos pintando. Los dos, descubrimientos que son guiados por nuestras intuiciones.

 

            “Las palabras son como las pinceladas de que el artista se vale, y su disposición conjunta integra el esbozo total de la imagen”[13]

 

            El único modo de expresar una emoción de forma artística es a través de un correlato, que deberá evocar en el espectador esta misma emoción. Tanto el pintor como el haijin intentan que su obra sea recibida tal y como ha sido creada. La sensación emocional del espectador será algo parecida a la intención emocional puesta en el proceso creativo. Este leerá las huellas dejadas y empatizará con su estado emocional. Aunque tanto para el lector de haikus como para el espectador de pinturas es importante que se puedan dar diferentes versiones, significados, visiones personales y libertad para poder estar al mismo nivel que el poeta o el pintor. Es más, diría que es condición indispensable para que se produzca esta conexión entre espectador-oyente y creador.

 

            Pintura y haiku intentan darnos un momento de experiencia estética y poética, de éxtasis estético, de tranquilidad de espíritu ante los otros asuntos. La contemplación de la imagen creada a través de las palabras o de los colores y las formas. Formas verbales o visuales dotadas de proporción y armonía, es decir de estructura compositiva.

 

 

 

 

 

EL JUEGO: LA IMAGEN EN EL HAIKU Y LA PINTURA

 

            Es mediante la imagen que visualizamos el haiku y es mediante la imagen que contemplamos el cuadro.

 

            Define Ezra Pound a la imagen como el “pigmento del poeta” y como: “Se ha definido la imagen como aquello que presenta un complejo emocional en un instante del tiempo”[14]

 

            La imagen que se crea del haiku a través del poder de evocación y capacidad de sugerencia que tiene la palabra, se forma en el receptor a través de las sensaciones que experimenta en su lectura. A partir de esta imagen mental creada es cuando la pintura, desde la propia subjetividad del intérprete, genera una nueva imagen visual. Y es aquí donde podemos comprobar cómo la intuición estética adquiere expresiones semejantes en artes diferentes. Este será el objetivo del juego que me propongo.

 

            En pintura la imagen es el resultado, no el propósito. Lo principal no es lo que significa, sino lo que realiza. Busca conmovernos por la emoción de su diseño y sus contrastes, por sus elementos puramente pictóricos. Nos enfrentamos siempre al reto de crear o inventar un orden interno, desde una visión interior. Y si aparece en la superficie del cuadro algún elemento objetivo con forma identificable lo hará buscando su espacio de encaje en la composición. El haiku es imagen y de la pintura resulta una imagen. El haiku es una ventana a la realidad natural, en cambio la pintura es una ventana a otra realidad.

 

            Estrategias fundamentales de composición están presentes tanto en pintura como en poesía. La forma, la estructura exterior o métrica del haiku delimita este aspecto, aunque también están presentes otros elementos como el ritmo, la repetición, la variación, etc… Hay algo fundamental en la composición de la imagen y es la forma. Esta revela su propia vida interior, resuena en nuestro interior. Las formas creadas expresan la espiritualidad del creador. El contenido en pintura corresponde a la expresión de esta espiritualidad.

 

            Si el haiku es la expresión poética de la intuición, la pintura es la expresión plástica de la misma. Evocar mucho con pocos medios, con pocas palabras, este es uno de los propósitos del haiku; de la misma manera pretendemos evocar el máximo con la síntesis de los medios pictóricos.

 

 



[1] Haikai es una forma poética japonesa compuesta por dos estrofas con la siguiente métrica: la primera contiene 5,7 y 5 sílabas o ji-on en escritura japonesa y la segunda 7 y7.

[2] Hokku es el término que define a la primera estrofa del haikai, compuesta por 5,7 y 7 sílabas o ji-on.

[3] Paz, Octavio y Hayashiya, Eikichi: “Matsúo Basho. Sendas de Oku”. Prólogo de Octavio Paz. Ediciones Atlanta, S.L. Girona 2016.

[4] Ota, Seiko: “José Juan Tablada: su haikú y su japonismo”. Fondo de Cultura Económica. México,D.F., 2014

[5] Rodríguez-Izquierdo, Fernando: “Flores de Buda. Yosa Buson”. Colección Maestros del Haiku-11. Satori Ediciones. Gijón 2017. Pág.9

[6] Ídem, pág.10

[7] Rodríguez-Izquierdo, Fernando: “Por sendas de montaña. Matsuo Basho”. Colección Maestros del Haiku-1. Satori Ediciones. Gijón 2017. Pág.8

[8] De la Fuente, Ricardo; Hirosaki, Shinjiro: “Cincuenta haikus. Issa Kobayashi” Poesía Hiperión, 175. Ediciones Hiperión. Madrid 2017. Pág. 14

[9] Haya, Vicente: “Taneda Santoka. El monje desnudo. 100 haikus”. Miraguano Ediciones. Madrid 2013. Pág. III.

[10] El haiga es una forma pictórica que acompaña al haiku de manera ilustrativa. Suele utilizar la técnica pictórica Sumi-e, técnica monocromática, y fue muy usado por poetas haiyines como Yosa Buson, que también fue pintor.

[11] La écfrasis es la es la representación verbal de una representación visual.

 

[12] Un Kanji es un ideograma, es un sistema conceptual en el que a cada uno de ellos le corresponde una idea o concepto.

[13] Rodríguez-Izquierdo, F.: “El haiku japonés. Historia y traducción” Poesía Hiperión, 221. Ediciones Hiperión, S.L. Madrid 2010. Pág. 28

[14] Pound, Ezra: “Memorias de Gaudier-Brzeska”. Antoni Bosch Editor. Barcelona 1980. Pág. 98